Infancia

Mi nombre es Marc Manzanares y desde los cuatro años, el mundo del patinaje se convirtió en mi pasión inquebrantable. Recuerdo con cariño mis primeros pasos sobre ruedas, cuando mis padres me regalaron unos patines del Decathlon, equipados con ruedines traseros que me brindaron estabilidad en mis inicios. A los cinco años, los Reyes Magos me sorprendieron con unos patines azules de plástico, y así comenzó mi historia en el patinaje.

Mis primeras aventuras sobre ruedas tuvieron lugar en el pueblo de Palafolls, donde pasaba horas con mis amigos en la plaza, compartiendo risas, jugando al “pilla pilla” y “bote bote” siempre en patines. Fue durante esta etapa que mis patines azules se partieron por la mitad, en un momento repentino en el césped, lo que marcó el inicio de una sucesión de patines que me acompañarían en mi viaje.

Unos patines rojos y blancos del Decathlon llegaron en mi rescate, con ruedas sorprendentemente sigilosas. Me encantaba cómo podía moverme silenciosamente, lo cual me permitía esconderme mejor mientras jugábamos. Durante esta época, mis amigos Marc y Laia también se unieron al mundo del patinaje. Fue una época que recuerdo con mucha ternura.

A los ocho años, mi vida tomó un giro y me mudé a Badalona. Aunque mis amigos abandonaron el patinaje, yo perseveré. Patinaba a lo largo de la Rambla de Badalona y sus alrededores, explorando mi entorno, pero manteniéndome cerca de casa debido a mi corta edad.

Adolescencia

En mi adolescencia, di un paso audaz al aventurarme más allá de Badalona y explorar Barcelona a través de emocionantes rutas de patinaje. Descubrí que disfrutaba patinando en solitario, pero también empecé a conectar con otros entusiastas del patinaje en Barcelona, involucrándome cada vez más en esta cautivadora comunidad, un mundo en el que aún estoy profundamente inmerso.

A los catorce años, el mundo en línea abrió sus puertas ante mí a través de YouTube, donde descubrí una comunidad vibrante y talentosa de patinadores. Un video en particular, protagonizado por Oli Benet y Andy Egido promocionando los patines Flying Eagle, dejó una huella indeleble en mí. Este fue el punto de partida de mi fascinación por la marca, llevándome a adquirir mis propios Flying Eagle Falcon F6 rojos, durante el apogeo de su popularidad.

A lo largo de los años siguientes, desde los quince hasta los diecisiete, decidí explorar el hockey en línea en el club Tucans. A pesar de mi tardío comienzo, fui acogido cálidamente por este equipo, que me brindó no solo material, sino también amistad y apoyo. Durante este tiempo, también experimenté con el freeskate y el freestyle slalom, descubriendo las diversas facetas del patinaje.

A los dieciséis años, mi pasión por el patinaje se fusionó con mi educación al realizar el “Treball de Recerca (de bachillerato)” sobre el mundo del patinaje, obteniendo un sobresaliente. Como parte de este trabajo, incluí una enriquecedora entrevista con el propietario de la tienda Roex, lo cual me dejó profundamente agradecido por la experiencia.

Durante estos años, participé en rutas organizadas por la Asociación de Patinadores de Barcelona (APB), lo que me permitió conocer a personas excepcionales como DKool, La Bicho, etc., esta última, una apasionada del patinaje que se entrega por completo a ello sin esperar nada a cambio. Siempre ha estado dispuesta a brindarme su ayuda desinteresada, una actitud que aprecio y valoro profundamente. Fue La Bicho quien me alentó a unirme al patinaje de velocidad y me llevó al club Can Cuyás. Allí, encontré otra dimensión del patinaje que nunca había explorado, me trataron excepcionalmente bien y me cautivó la especialidad del patinaje de velocidad, una experiencia totalmente nueva para mí. Aunque estaba emocionado por sumergirme en este mundo, me encontré con un desafío, los patines de velocidad eran costosos y, debido a la forma poco común de mi pie, ninguno se ajustaba adecuadamente. La opción de patines hechos a medida era prohibitivamente costosa para alguien relativamente inexperto en esta disciplina específica, lo que finalmente me llevó a tomar la difícil decisión de dejarla. A pesar de este revés, las lecciones aprendidas y el entusiasmo que gané en el club Can Cuyás siguen siendo invaluables en mi viaje continuo en el mundo del patinaje.

A los diecinueve años decidí ir solo a patinar a Dubái. Sin embargo, el calor implacable y las limitaciones de la ciudad para el patinaje dejaron un sabor agridulce en esta experiencia.

Juventud

A los veinte años, adquirí mis penúltimos patines, los mismos Flying Eagle, esta vez en verde. Además, decidí convertir mi hobby en algo más que una simple afición y comencé a ofrecer clases individuales de patinaje, con un enfoque estructurado y detallado, más de cincuenta alumnos pasaron por mis clases, un logro que se vio empañado por una lesión que me obligó a detenerme temporalmente.

Actualmente, estoy trabajando en una tienda de patinaje, Rollergrind360, adquiriendo conocimientos valiosos sobre el mantenimiento y la venta de patines, aprendiendo de figuras influyentes como Charly y dando clases extraescolares a niños en diferentes escuelas de Barcelona. Este mismo año, he fundado una Asociación de Patinaje en Línea y he dado vida a la competición individual de patinaje en línea conocida como Patinaje Ardiente, con el objetivo de fomentar el patinaje y explorar los lugares emblemáticos de Barcelona.

Reconociendo la necesidad de brindar un soporte más sólido a aquellos que están comenzando su viaje en el patinaje, he desarrollado un curso especializado: “Liberando tu llama interior: Rumbo a Patinaje Ardiente”. Este curso está diseñado para equipar a los principiantes con las habilidades y la confianza necesarias para disfrutar al máximo de la competición Patinaje Ardiente y, al mismo tiempo, fomentar su amor y compromiso con el patinaje en línea.

Juntos, continuaremos encendiendo la pasión por el patinaje y explorando nuevos horizontes sobre ruedas. El viaje apenas comienza.